El niño miraba como nacía su hermano, cada astilla, cada gramo de aserrín lo acercaban a verlo, con los ojos rebosantes de una emoción lejana, pero suya, tan de el que le era ajena, esperaba necio/paciente.
Castil lo talló con madera de alerce, herramientas finas, pinturas de alcurnia y seda. Bellos encajes vestía, zapatitos de charol rojo y un brillo en los ojos azules acuarela.
Cuando El por fin lo tubo en los brazos, puso su oreja en el pecho de el muñeco, y pudo oírle el corazón, y pasaron horas enteras conversando en el taller.
Castil lo talló con madera de alerce, herramientas finas, pinturas de alcurnia y seda. Bellos encajes vestía, zapatitos de charol rojo y un brillo en los ojos azules acuarela.
Cuando El por fin lo tubo en los brazos, puso su oreja en el pecho de el muñeco, y pudo oírle el corazón, y pasaron horas enteras conversando en el taller.
Imagen: sandra betancort
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